INSTINTO COLECTIVO
Columna publicada el 22 de setiembre en Diario Exitosa.
En Fuerza Bruta no hay asientos. Durante todo el espectáculo, uno permanece de pie, moviéndose constantemente según las indicaciones. Los estímulos llegan de todos lados y a toda velocidad para despertar nuestras reacciones más inmediatas. La razón y sus discursos quedan relegados a un segundo plano: solo se escuchan gritos, sonidos guturales ininteligibles. Imágenes visuales, sensoriales y sonoras rompen toda calma y nos envuelven en una fiesta colectiva.
La compañía argentina lleva diez años viajando por el mundo con este revolucionario espectáculo y acaba de llegar a Lima para cumplir con una temporada en la que promete “una inmersión en los sentidos”, a través de una nueva forma de concebir el teatro. Y es que, con cada cuadro, Fuerza Bruta rompe las fronteras entre actores y espectadores, e instala la anarquía por medio de la música y el baile, como si asistiéramos a un carnaval en el que todo orden se invierte.
Un hombre corre frenéticamente sobre una faja y sortea todo tipo de obstáculos. ¿Hacia dónde corre? ¿Por qué se levanta? ¿Por qué sigue? La fuerza parece dársela la compañía de otros bailarines que se unen a su marcha interminable, como en Masa, el famoso poema de César Vallejo en el que el cadáver se levanta con la fuerza de la humanidad. Y así, el angustioso trance da paso a la murga a la que estamos todos invitados. Algunos bailarines se infiltran entre el público y rompen cartones sobre las cabezas de los elegidos, como si este acto simbolizara la ruptura de nuestros esquemas mentales para volver a esa suerte de origen donde el agua es el elemento fundamental en el que cuatro bailarinas nadan y danzan sobre una superficie transparente que desciende desde el techo hasta cubrir nuestras cabezas.
No hay armonía en ninguno de estos movimientos. Hay brutalidad, desenfreno, violencia. Una y otra vez, volvemos al instinto y caemos en la cuenta de que todos estamos condenados y atados al mismo. Que la fuerza de grupo es la que nos sostiene, así como nuestra participación sostiene y da sentido al espectáculo. Somos animales sociales, somos puro instinto colectivo.