TUYO NO ES EL REINO
Un breve comentario sobre "El reino" de Emmanuel Carrere
Columna publicada el 26 de enero en diario Exitosa
Emmanuel Carrère nunca decepciona a sus lectores. Pueden tomar esto como un dogma de fe, uno que vuelvo a firmar tras leer El Reino (Anagrama 2015), la última entrega con la que el autor galo se ha hecho de un puesto fijo en esa suerte de panteón imaginario que tenemos los lectores con nuestros autores fetiche. Con los imprescindibles.
El Reino es la historia de una conversión inesperada, la del agnóstico y alcohólico escritor francés quien a los 32 años atravesó una fuerte crisis personal que lo llevó a pensar en el suicidio. Corría 1990 y Carrère llevaba, además, tres años sin escribir. El catolicismo apareció así como su salvavidas y los templos católicos se erigieron como refugios para un hombre que temía.
En las primeras cien páginas el escritor relata esta conversión que fue intensa mientras el escepticismo se mantuvo a buen recaudo. Asistía a misa a diario y leía y comentaba los evangelios en unos cuadernos que son la base sobre la que construye esta obra. Luego, la historia personal cede el paso a la investigación, al rastreo casi detectivesco de dos personajes decisivos para el Cristianismo. El primero, Pablo de Tarso, el visionario y más grande propagandista. El segundo, Lucas, encargado de la escritura de los primeros textos quien, en manos de Carrère, se convierte en una suerte de novelista que toma decisiones y fabula con la conciencia de un autor.
Así, Carrère vuelve a rechazar la ficción pura, como lo hace desde que publicó Una semana en la nieve (1995) y desafía los géneros al mezclar la crónica personal, la pesquisa histórica, el ensayo y la propia ficción. Con un estilo sencillo y con un buen manejo del humor, Carrère ha construido, una vez más, una obra monumental que nos introduce en ese reino al que él intentó entrar. Una obra maestra que indaga en los orígenes de esa fe inquebrantable que mantiene cautivos a muchos; esas historias épicas ancladas en el origen de la religión que hoy evidencian su absurdo; esos dogmas que terminaron cayendo ante el escepticismo del escritor que, un buen día, abandonó el rebaño en el que encontró contención y se convirtió en una más de esas ovejas que ya no creen.